lunes, 16 de diciembre de 2013

NUESTRO PASADO Un villariego del 98: D. Manuel Narciso Gómez Luque (Héroe de Cuba y canónigo “por méritos de guerra”)

La larga y penosa campaña que culminó en 1898 con la pérdida de Cuba y Filipinas, presenta una abundante galería de tipos y figuras merecedoras de cumplidas semblanzas. Como todos los pueblos españoles, Los Villares también mandó algunos de sus hijos a Cuba y Filipinas. De uno de ellos, ejemplo clásico del español aventurero y contradictorio, queremos esbozar su semblanza. Se traba de D. Manuel Gómez Luque, primero militar, luego clérigo, en el intermedio héroe y finalmente honroso titular de una canongía, insólitamente ganada “por méritos de guerra”. Nace circunstancialmente en Alcalá la Real, en1861, donde residió escaso tiempo. Tanto sus padres como sus abuelos eran de Los Villares. Por eso él se consideró siempre hijo de Los Villares. La precariedad de medios en su familia le llevó a marchar muy joven a Cuba, coincidiendo con un momento en que se reactivaba la insurrección en la Gran Antilla. Ello le ofreció la oportunidad de labrarse un porvenir en la milicia. Tenía solo 17 años. Entonces aprovechando la reorganización que se hacía en las fuerzas que garantizaban la paz en la isla, ingresa en la Guardia Civil. Manuel Narciso era hombre de acción y se manejaba con habilidad y valor. Por eso rápidamente hizo una brillante carrera: cabo, cabo 1o y sargento, empleos todos ganados por méritos de guerra. Mas cuando su futuro parecía estar en conseguir las estrellas de oficial, el Señor le salió al paso. Y en el curso 1885/86 ingresa en el seminario de Santiago de Cuba, aplicándose con decisión al estudio alcanzando un limpio expediente con notas de Beneméritas y Meritísimus. En 1893 es ordenado sacerdote, desarrollando su labor pastoral en las parroquias de Santa Susana de Caney y de la Trinidad, ambas de Santiago. Finalmente en 1895, pasó como capellán de coro a la Catedral Metropolitana de Santiago de Cuba. Como vemos, una carrera tan fulgurante como la que hizo en la Guardia Civil. Sin embargo, muy pronto su vida sufriría un duro cambio. La guerra de Cuba se había reactivado, y lo que es peor, en 1898 Estados Unidos entra en la contienda. D. Manuel Narciso siente renacer sus vivencias castrenses y se alista en una de las unidades de voluntarios organizadas para apoyar la exigua guarnición de Santiago de Cuba. El general gobernador de la plaza, D. Arsenio Linares, ante la difícil situación, se plantea un cerco defensivo a base de posiciones avanzadas. En una de ellas, la del poblado de Caney, sólo vuelven 80 hombres. Entre ellos nuestro paisano. Ante la gravedad el General Linares, al frente de una menguada tropilla desde la Loma de San Juan trata de frenar el avance norteamericano. La lucha es brutal. El General Linares tratando de infundir valor con su ejemplo cae gravemente herido y hubiese muerto si no llega a contar con la audacia de D. Manuel Narciso que consigue evacuarlo. Hasta 80 heridos había rescatado y evacuado sobre sus hombros, salvándoles de una muerte cierta. La Loma de San Juan cae también. Y el 16 de Julio de 1898 Santiago de Cuba ha de capitular ante el enemigo. Manuel Narciso es testigo de de la ceremonia castrense de la entrega de la plaza. La guerra de Cuba se ha perdido. Manuel-Narciso Gómez Luque es citado como “muy distinguido” y el Estado Mayor recomienda “se tengan en cuenta los deseos del interesado, incluyéndose como capellán en uno de los batallones que se embarquen para España”. Y a España vuelve en el vapor “Isla de Panay” llegando a la Coruña el seis de Septiembre de 1898. La repatriación supone para el clérigo Gómez Luque un preocupante conflicto personal. Buscando el amparo familiar solicita dos meses de licencia y vuelve a Jaén. El uno de octubre de 1898 se le certifica destino como “capellán del cuerpo de voluntarios” y en veintitrés de noviembre se le agrega al Vicario Castrense de la Capitanía General de Sevilla, a efectos de haberes. Trata de consolidar su situación en el empleo de capellán castrense pero el Vicariato General Castrense informa que ni tiene ni ha tenido la consideración de capellán castrense. Desde Los Villares, donde se acoge al calor de familiares y amigos, busca una salida a su situación y la encuentra en el apoyo del obispo Don Victoriano Guissasola, que acogió afablemente a Don Manuel-Narciso y tan pronto como pudo lo designó el cinco de noviembre de 1898 económico de la parroquia de San Pedro Advíncula de Escañuela. El uno de Marzo de 1889 llega como coadjutor al pueblo de los suyos, a la parroquia de San Juan Bautista, en Los Villares. No era ciertamente ninguna prebencia especial. Los Villares concuatro mil almas escasas, era un pueblo modesto y sencillo, con escasos alicientes. Tenía la ventaja de gozar del respeto y aprecio de sus paisanos y de tener próximo el calor de su familia. Don Manuel-Narciso se instaló en Los Villares y se entregó con celo y diligencia a su actividad pastoral. Eso sí, sin descuidar sus contactos con amistades e influencias, entre ellas las del general Arsenio Linares Pombo, antiguo gobernador de Santiago de Cuba que una vez repatriado ocupa empleos de prestigio y autoridad, entre ellos el de Ministro de la guerra. El general Linares tenía una deuda de vida con el heroico capellán, que un día aciego le rescató heróicamente de muerte segura. Y deseaba responder a tan noble gesto, pues le dolía que Don Manuel-Narciso terminara vegetando en un pueblecito andaluz. Por eso movió influencias en la Corte y consiguió en 1901 que la Junta de Recompensas le propusiera para ocupar una futura canongía por la insólita vía de “méritos de guerra”. No hubo de esperar mucho, pues en 19 de mayo de 1903 S.M. El Rey Don Alfonso XIII le presentaba para ocupar una canongía en la Catedral de Lugo. Rápidamente Don Manuel- Narciso arregló sus papeles y con ellos, el 8 de junio de 1903 tomaba prosesión de la canongía en la S. I. Catedral – Basílica de Lugo, cuando contaba con 42 años de edad. Muy pronto sus dotes humanas y su vasta cultura le granjearon amistades y simpatías y le integraron plenamente en la sociedad afable y provinciana de la ciudad gallega. Y en Lugo, en paz con Dios y con los hombres vivió largos años. Cumplió con diligencia y celo sus deberes como capitular, hizo el bien que pudo, se entregó a su tierra adoptiva... Algunos días, en la cordial tertulia de la sala familiar de su vivienda rememoraba en la placidez de la tertulia vespertina aquellos años de briosa juventud pasados en Cuba..., aquellos miedos y temores de la batalla del Caney. O describía, a quien quería oírle, las bellezas naturales de su pueblo de Los Villares. Así vivió hasta que a las 6 de la mañana de un 22 de julio de 1933 entregó su alma a Dios, a los 72 años de edad. Años después, en 1949, su ahijado-sobrino D. Narciso Peinado, cumpliendo un deber de gratitud, gestionó el reposo definitivo de sus cenizas en el nicho 48 del Panteón de Canónigos en el bello claustro catedralicio. Allí, muy cerca de donde duerme un sueño de siglos el bendito San Eufrasio, Patrón de la Diócesis de Jaén, espera la resurrección, olvidado de los suyos, ignorado de sus paisanos, aquel villariego ilustre que en vida se llamó D. Manuel-Narciso Gómez Luque, sacerdote y héroe del 98. Un personaje insólito que fue, para su gloria, nada más y nada menos que “canónigo por méritos de guerra”.


Taller de prensa Resúmen de la comunicación presentada al IV CONGRESO DE CRONISTAS DE LA PROVINCIA DE JAÉN POR D. MANUEL LÓPEZ PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE LOS VILLARES Jaén 1997

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